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lunes, 11 de octubre de 2010

Mi segunda Casa

 

Áporo, Michoacán un pueblito a donde voy y regreso cada día festivo, cuna de mis padres, pueblo que quiere decir "lugar de cenizas", es ahí, donde comienza lo que hé de relatar, no es ni una historia, ni un cuento solo es un sentimiento que crece con el tiempo al volver por los mismos entornos tranquilos y plenos.

De mi casa a la carretera observando como me alejo lentamente de mi ciudad yendome runbo de mi destino, la casa de mis padres, ya el crepúsculo se acercaba al final del camino, solas, mi mamá y yo mirando el paisaje con breve nostalgia. Durante el camino veo por la ventana el panorama, en ese momento me pongo a pensar ¿Cómo es que el cielo puede dar tan hermosos colores? ¿tendré la oportnidad de poder plasmar ese paisaje y la belleza de sus colores?, tanta vida e iquietud todo en un cielo ocaso. Pasando por los sembradios los colores llanos que dan una alegría tan solo anhelar tal cosa bella, el camino se pone más largo, las casas desaparecen y los árboles van acrecentando, los burros tranquilos pastan en un césped del campo, fresco y sano, de un rato a otro cambiaban las cosas, los rayos del anaranjado sol que acariciaron mi cara sin quemarla, más la briza un tanto helada cruzaba mi rostro a pesar de todo el clima estaba agradable. Escuchabamos música congeniaba con el ambiente apropiadamente sin motivo alguno, mi mamá empezó a platicar los sucesos que teníamos antes cuando mi padre nos acompañaba en nuestros viajes al pueblo.


   

Llegamos a nuestro destino, el hogar de mis padres que también era mío, nosé cómo describir lo que sentí al ver despues de un largo tiempo ese letrero de "Bienvenidos a aporo" al estar en aquella tarde tan tranquila, el olor a leña quemada en el pueblo humedo, se sentía un ambiente de alegría al escuchar las risas de los niños en compañia de sus padres.  Solo sé que llegando a Áporo me sentí tranquila, es como si todas mis tristesas se las llevase la noche que se deslizaba desde los montes, mis preocupaciones me las tranquilizaba las mismas campanas de la iglesia dando última para comenzar la misa.
Nos quedamos en la casa de mi padre platicando con mi tía, tan buena y bondadosa persona que ha pesar de sus años sigue siendo transparente e ingenua como una niña, entre las tres estabamos anhelando el términar del día.


En la mañana mi mamá y yo pasamos por calles que ni los mismos años se los ha llevado, ese pueblo que cuenta demasiadas historias, tanto buenas como malas solo al estar ahí te sientes en calma.
  
Íbamos de regreso a la ciudad, nos despedimos de mi tía, y del lugarcito que fue el hogar de mis padres, ya veo por que siempre veníamos aquí, no es por la comida de mi tía que prepara todas las tardes, no es la escases de coches que lo hacen tan tránquilo, no es por el lugar en donde se habita por las montañas, lo le hace tan especial este pueblo son los recuerdos, sí, los recuerdos , en cualquier calle, cualquier casa y hasta la misma Iglesia de ahí cuenta un sentimiento que tuvieron cualquiera persona que haya vivido ahí, hasta las casas de personas que ya no habitan este mundo tienen todavía su resplendor de que estuvieron ahi un día atras.
Aquí termina mi viaje a Áporo, Michoacán, un lugar muy humilde, tranquila, y hermosa.